viernes, 2 de noviembre de 2012

Rioja alavesa

Cada época del año abre un mundo diferente en el paisaje de las viñas, la desnudez del invierno, la exhuberancia verde de la primavera, el fruto en verano y, sin duda, la explosión de colores en otoño. Con esta expectativa en mente, y el deseo de acertar en las fechas y el clima, aliados necesarios para disfrutar del espectáculo, pusimos rumbo a la Rioja alavesa, a disfrutar de ese ocio que hoy damos en llamar enoturismo.

El color del otoño en las viñas



Elciego
Bodegas Marqués de Riscal - Ciudad del vino-


El edificio del hotel es obra de Frank O. Gerhy, autor del Museo Guggenheim de Bilbao, la Casa Danzante de Praga o el Centro Stata del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Boston entre otros emblemáticos edificios. Creo que ha cubierto tres objetivos: ha creado una obra de arte, la ha integrado en el entorno y le ha dado la funcionalidad necesaria.


La última vez que estuvimos por aquí estaba en construcción, un dibujo en el cielo de vigas y  alambres. Así que en esta ocasión, para disfrutarlo bien por dentro y por fuera, decidimos hacer un alto y comer en uno de sus resaturantes. Elegimos el  Bistró 1860, que cuenta con el asesoramiento gastronómico de Francis Paniego (del Hotel Echaurren de Ezcaray, y recién galardonado con el Premio nacional de gastronomia).

En la cocina buen producto y buena elaboración, me decanto por la tradición: patatas a la riojana (con su guindilla en vinagre), albóndigas de la abuela y tabla de quesos españoles con membrillo de postre. Mi costilla es más moderna y prueba unos pimientos de cristal con patatas y huevo poché, y una corvina francamente deliciosa. El vino por supuesto de "la casa", un Marqués de Riscal reserva 2007.


Bien comidos, y moderadamente bebidos, paseamos por la finca, admiramos el edificio y el entorno desde diversos puntos de vista y el resultado nos gusta. Integrado en el paisaje de viñas y bodegas, no solo no desentona, si no que emerge como un icono que une pasado y futuro.

Elciego
Dejamos atrás la bodega, con alguna botella de recuerdo, y subimos hacia la villa, casi desierta a esta hora de la tarde y callejeamos sin rumbo por la zona del conjunto monumental.

                                                                                                                                                                   
Blasones y escudos de armas de pasadas glorias , ocupan las fachadas de casonas y palacios con su mensaje de poder, nombre o dinero. 

La costumbre de colocar flores de cardo secas en los dinteles de las puertas está bastante extendida en el País Vasco y en toda la zona pirenaica.
Estos cardos secos (eguzkilore), cuya forma nos recuerda a un sol en llamas,  se colocaban para impedir que las brujas pudieran penetrar durante la noche en el interior del caserío y así impedir que hicieran el “begizko” o mal de ojo.

Bastante bien conservada la villa merece un paseo.

Tarde de sol y nubarrones, de esas que presagian tormenta, pudimos observar embobados como criaturas un impresionante arcoiris doble, recortado sobre el cielo, surgiendo de la Sierra de Cantabria.


Elvillar
Dolmen: la Chabola de la Hechicera




En las afueras de Elvillar, rodeado de viñas, encontramos el Dolmen de la Chabola de La Hechicera, uno de los más importantes de Euskadi, por tamaño y conservación. Su construcción se situa en el tercer milenio antes de Cristo. Es un sepulcro de corredor, formado por una camara poligonal de grandes losas de arenisca, cubierta por una sola losa de gran tamaño. La estructura estaba cubierta por un túmulo, mezcla de tierra y piedras. Fue descubierto en 1935, encontrándose en las excavaciones restos humanos y numerosos objetos de diferentes épocas.

Llegamos al atadecer, con una luz y un cielo especial, que le daban un halo mágico a las piedras, como bañadas en oro y fuego. La verdad es que estos monumentos tienen una fuerza que impresiona, aunque también podría ser sugestión. En todo caso merece la pena el paseo.


En el regreso el sol poniente aún muda los colores de las viñas y el horizonte.


Laguardia
Bodegas Ysios


Ya es otro día, las nubes han crecido y la llovizna es intermitente. La atmósfera brumosa y la luz tamizada nos da otra visión de los campos y de la arquitectura, que es la excusa para poner rumbo a Laguardia y visitar esta bodega, Ysios, que elabora unos vinos excelentes. Encuentro explicación al nombre en su propia web: El nombre de Ysios evoca el mito de la Gran Diosa madre, Isis, protectora de la naturaleza, que velaba por el éxito del proceso de transformación de la uva en vino y quien, por la fuerza del amor, devolvió la vida a su esposo asesinado, Osiris, rey de Egipto adorado por enseñar a su pueblo a cultivar los campos.




La bodega es obra de Santiago Calatrava, el laureado y polémico arquitecto valenciano (Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, Auditorio de Tenerife, el Turning Torso de Malmö (Suecia) y una larga colección de puentes repartidos por todo el mundo).

También en este caso la obra, de porte escultórico, se integra bien en el entorno, rodeada de viñedos y a los pies de la Sierra de Cantabria. Sus formas y materiales, madera y aluminio natural, nos recuerdan a las barricas, efecto visual que consigue con el reflejo en los estanques que la rodean (aunque hoy, la verdad, reflejan poco).

Ha sido una experiencia interesante explorar más de cerca este fenómeno que viene conociéndose como bodegas de autor, y que al parecer es una buena estrategia para atraer más visitantes, y hacer del enoturismo un eje clave del negocio del vino.

Tampoco es que sea una innovación, en el siglo pasado se levantaron en Catalunya muchos cellers (bodegas) modernistas, conocidos como las "catedrales del vino", obras de arquitectos como Puig i Cadafalch, César Martinell, Domènech i Roura, incluso alguno atribuido a Antoni Gaudí (Celler Güell).

De las modernas dejamos para otra ocasión López de Heredia (Zaha Hadid) y Viña Real (Mazières) en La Rioja y Bodegas Portia (Norman Foster), Protos (Richard Rogers) y Grupo Chivite (Rafael Moneo) en Ribera de Duero.

Seguimos en ruta,  Vitoria nos espera.

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